El impacto de la pandemia de COVID-19 en la salud mental en México

La pandemia de COVID-19 ocasionó estrés y desesperanza en la población, que más tarde se manifestaron como enfermedades mentales. El confinamiento y otras medidas para enfrentar la pandemia trajeron consigo pobreza, violencia doméstica y otros factores que afectaron el bienestar general y la salud mental de la población.

De acuerdo con datos de la OMS, la Carga Global de Enfermedad (GBD 2020) tuvo un aumento de 27.6% en casos de depresión mayor y de 25.6% en casos de trastornos de ansiedad en el mundo, y que el haber tenido una enfermedad mental previa aumentó el riesgo de enfermar y morir.

En 2019 existían en México 15.7 millones de personas con algún trastorno mental, y en 2021 fueron 18.1 millones, un incremento del 15.4%. Entre todas las enfermedades la depresión ocupó el tercer lugar, después de la diabetes y la lumbalgia, y la ansiedad ocupó el sexto.

A pesar de la importancia y el peso de las enfermedades mentales en la salud, la propia OMS estimó que durante la pandemia se interrumpieron o detuvieron servicios fundamentales para atender la salud mental en el 93% de los países del mundo, y México no fue la excepción.

En este contexto, destacamos los siguientes datos:

● Las personas con enfermedades mentales enfrentaron una mayor probabilidad de ser hospitalizadas debido a complicaciones respiratorias, y experimentaron formas más severas de COVID-19.

● Se registró un incremento en el número de fallecimientos por la enfermedad entre aquellos con condiciones psiquiátricas serias.

● La disponibilidad de fármacos para tratar dichas condiciones se redujo notoriamente.

● El grupo más afectado por el aislamiento social fueron los niños y adolescentes (Saggioro de Figueiredo y otros, 2021), que a consecuencia de la falta de interacción con sus pares, vieron impedidos su desarrollo psicosocial el estrés y el trauma fueron los niños y los adolescentes.

● Como podemos ver a lo largo de nuestra investigación, el mayor exceso de muertes se tuvo en la población de adultos mayores (62%), que también es más susceptible a las enfermedades mentales.

● La ideación suicida fue un motivo importante para pedir ayuda en los sistemas disponibles virtualmente, pero es importante implementar a nivel nacional los modelos que han mostrado ser efectivos en la prevención del suicidio y atender las secuelas del COVID-19.

● La proporción de personas con enfermedad mental aumentó por recaídas de una enfermedad mental previa (Medina-Mora y otros, 2023).

Atención a la salud mental

● En 2019, el 86% de las personas con enfermedad mental que no habían recibido tratamiento en los últimos doce meses (Borges y otros, 2019). ● El presupuesto para la atención a la salud mental ha sido del 2.1% del presupuesto de salud, inferior que la carga de enfermedad relacionada con las enfermedades mentales.

● El presupuesto en México en 2020 y 2021 disminuyó en comparación con el asignado en 2018. El 50% del mismo se asigna a hospitales psiquiátricos, que concentran el 96.9% de las camas psiquiátricas, al 54.4% de los psiquiatras y al 11.4% de los psicólogos de la Secretaría de Salud.

● Las determinantes sociales como la pobreza y la pérdida de empleo a causa del confinamiento, aunado a la sobrecarga excesiva hacia las mujeres con respecto a los cuidados del hogar y el cierre de escuelas, incrementaron la violencia, incidieron en el aumento de trastornos mentales.

Salud mental del personal de salud

● La escasez de equipo de protección, los horarios excesivos, el temor a contagiar a sus familiares, la alta mortalidad de los enfermos y el personal de salud, y la falta de tiempo para atender la salud propia, incluida la salud mental, dificultaron la situación que vivieron los trabajadores de la salud.

● En México, los trastornos mentales más frecuentes entre los trabajadores de salud -principalmente en aquellos en la primera línea de atención y en las mujeres-, fueron el insomnio, la depresión y el estrés postraumático (Robles y otros, 2022).

● Durante el pico de la pandemia, la depresión alcanzó 41.6% y la ansiedad de salud 26% en personal de salud que trabajó en la primera línea (Robles y otros, 2020a).